template-browser-not-supported

Departamento de Sociología

La vuelta del independentismo catalán (La Nueva España)

La división creciente de los nacionalistas en Cataluña

Hoy, Cataluña celebra su día. Por la tarde, a una hora muy señalada, se iniciará en Barcelona la clásica manifestación de carácter marcadamente reivindicativo, cuya convocatoria ha sido secundada por numerosas entidades y motivo de una polémica que ha acaparado la actualidad política de la comunidad autónoma. La Asamblea Nacional de Cataluña, creada en 2012 y principal impulsora del llamado procés, ha publicado un manifiesto en el que proclama su intención de formar una "lista cívica" para las próximas elecciones con el compromiso inexcusable de hacer efectiva la República Catalana. Considera que el estado español retiene a Cataluña sin el consentimiento de sus ciudadanos y que la salida negociada al conflicto no es posible porque el Reino de España carece de la tradición democrática del Reino Unido y Canadá, que han permitido a escoceses y quebequeses expresar sus preferencias en un referéndum. El mayor error del independentismo habría sido confiar en esa posibilidad y, tras la aplicación del artículo 155, abrir la vía del diálogo. Así pues, la ANC se mantiene inamovible en el espíritu y la letra del 1 de octubre de 2017.

El manifiesto ha provocado reacciones encontradas en Cataluña. La otra gran entidad independentista, Omnium Cultural, se ha sumado a la convocatoria a pesar de su abierta discrepancia con el texto. Pero ha sido el anuncio del presidente de la Generalitat de no acudir a la manifestación lo que ha dejado al descubierto disensiones de fondo. La nueva presidenta de la ANC, en declaraciones hechas en las jornadas previas, ha puesto en duda que Pere Aragonés sea un verdadero independentista y ha arremetido contra los partidos supuestamente partidarios de crear un estado catalán por haberse acomodado a la vida institucional después de haber obtenido una mayoría en el parlamento catalán con la promesa de ejercer la soberanía. Por el contrario, Dolors Feliu, que ha reconocido haber estado afiliada a Convergencia, el partido de Jordi Pujol, ha encontrado un apoyo en Puigdemont, Laura Borrás y Junts per Catalunya.

Es un hecho que la división en el independentismo se ha ido haciendo más profunda a medida que sus componentes han priorizado la competencia entre ellos al objetivo del estado propio y que, simultáneamente, la dinámica de la política española ha evolucionado desde la moción de censura que abrió las puertas de La Moncloa a Pedro Sánchez. El movimiento unilateral por la independencia fue aplacado en primera instancia mediante el 155 y la fractura interna que salta a la vista otra vez consuma por el momento su derrota parcial. Las encuestas vienen registrando una pérdida de apoyos a la opción independentista y la manifestación de hoy podría dejar constancia también de una desmovilización amplia en ese espacio político. No obstante, nada de esto debería interpretarse como un eclipse del independentismo en Cataluña, que por otra parte sigue haciendo nuevas conquistas. Para el estado español el problema no ha desaparecido, al contrario, el balance final del procés es que ha adquirido una dimensión mayor.

Pero la división en el seno del independentismo alcanza a la política española de otra manera. En el punto de mira del sector que sostiene una posición más radical está ERC, quién lo iba a decir, el partido que empujó a Puigdemont a leer aquella patética declaración de independencia, ganó las últimas elecciones y ocupa la presidencia de la Generalitat. Las tornas de la política catalana han cambiado. Con una coalición de izquierdas instalada en Madrid, a los republicanos se les abre un horizonte poblado de buenas expectativas y no han dudado en invertir el orden de sus objetivos. La mesa de diálogo es el punto de encuentro con los que ahora son sus socios preferentes. El pacto de la izquierda estatal con la izquierda nacionalista podría resultar duradero y rendir abundantes frutos a ambas partes en términos de poder, pero para que todo ello suceda deben acompañar los resultados electorales. ¿Qué actitud adoptaría ERC, un partido tan volátil, como ha demostrado, respecto a la cuestión catalana si el PP confirma los pronósticos y gana las próximas elecciones generales? Aquí está una de las incógnitas urgentes de la política española.